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Taser: una alternativa para la seguridad porteña

Pistolas taser ¿sí o no? Así se disparaba un nuevo episodio de este debate por la seguridad de los argentinos cuando le preguntaron al Ministro de Seguridad Aníbal Fernández por el uso de armas no-letales.

El Ministro sentenció de forma inequívoca su oposición a este tipo de armas afirmando que “La Argentina no está preparada para eso”. Desde la oposición la ex Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich respondió que las pistolas taser son como pistolas de agua con la que juegan los chicos. Una vez más, la respuesta a este problema no es ni la resignación total ni la relativización completa. Las pistolas taser son armas, que lejos de matar, guardan un riesgo y una responsabilidad.

Cuando pensamos el problema de la seguridad, indudablemente estamos pensando el rol del Estado. De hecho, uno de los consensos más básicos y mínimos a lo largo del planeta es que el Estado se reserva el ejercicio de la violencia legítima con el fin de proteger a la comunidad. Si el Estado se ve desprovisto de esta potestad mínima y fundante ¿Qué le queda? ¿Cómo es posible pensar la figura de un Estado como elemento mediador y ordenador sino cuenta con la más mínima y rudimentaria de las herramientas?

En ese contexto, es indudable que es preferible un Estado que ante la necesidad de ejercer violencia para preservar el bienestar lo haga de manera controlada y no letal. En ese sentido son incuestionables las ventajas de una taser a una pistola común.

Por supuesto los riesgos existen, pero una herramienta pensada para reducir e inmovilizar continua guardando menos peligros que un arma de fuego, cuyo objetivo no es la reducción de un objetivo, sino su incapacitación permanente.

Pensemos un ejemplo cercano y reciente. En julio el músico Chano Carpentier, en medio de un episodio de salud mental fue internado luego de recibir un disparo en el abdomen. La policía habría concurrido ante denuncias un sujeto fuera de sus cabales y ante la agresión del músico a su madre y un efectivo de la policía provincial un agente tomó la decisión de dispararle con el arma reglamentaria. El episodio es triste, ya que pone de manifiesto los problemas que existen para el tratamiento y acompañamiento de pacientes con problemas de salud mental y sin duda fue una situación que podría haber tenido el peor desenlace. Sin embargo, el ejemplo nos sirve para pensar que hubiera pasado si los agentes de seguridad contarán con un arma no letal, como una taser, para la reducción de personas que son un peligro para sí y para terceros. Los riesgos hubieran sido muchísimo menos para todos los actores involucrados.

En Argentina, tenemos una variable que se suma a este problema que es la del gatillo fácil. Los casos de agentes que por portar un arma de fuego se convierten en jueces y ejecutores de las personas más vulnerables. Son muchas las medidas que deben tomarse para terminar con estas prácticas como mejor capacitación y mejores auditorias de las fuerzas, pero esas medidas sólo brindan resultados en el largo plazo. En el entretanto continuará habiendo víctimas del gatillo fácil. En ese contexto el remplazo de las armas de fuego por armas no letales permitiría la reducción de casos de excesos y violencia policial al eliminar directamente el origen del problema.

Sin embargo, existen muchos opositores a la implementación de taser, ya que aducen podrían ser utilizadas para la tortura. Lo que estas voces ignoran es que la tecnificación no es necesaria ni requerimiento para la tortura. Al contrario, la tortura es un elemento existente e independiente de la presencia de tasers y los torturadores, además, no requieren de elementos tecnológicos para llevarla a cabo. De hecho, los torturadores prefieren elementos más rudimentarios, más disimulables, como teléfonos, sillas, bastones, etc. La incorporación de una taser podría ser la puerta de entrada de la tecnificación de las fuerzas. La incorporación de elementos de vigilancia de las fuerzas para mejorar su control.

Por último, existe una variable muchas veces ignorada que es la perspectiva del agente. De la forma que existen policías con pocos pruritos para disparar un arma, existen aquellos que no se sienten capacitados para lidiar con una situación así o con la responsabilidad desligada de disparar un arma. Contar con tasers reduciría la presión de los efectivos de actuar ante situaciones de stress e incluso podría facilitar su control. Desde ya, que está medida debe ser acompañada de una actualización en la capacitación de las fuerzas y una mejora de las condiciones en la que los agentes desempeñan sus tareas.    

El debate sobre la implementación de las taser continúa abierto y ciertamente no se cierra en esta nota. Necesitamos poder contar con un debate abierto y profundo sobre la seguridad y el rol del Estado que este apuntalado en información objetiva y certera para poder generar las herramientas que permitan combatir la criminalidad de manera efectiva. 

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