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Pensar sin ataduras, ni corpiños

La reprimenda que ha sufrido Bianca por no usar corpiño en clase es una actitud que me preocupa. Lo que le ha ocurrido a ella es un ejemplo de la falta de perspectivas de género que sufre nuestro sistema educativo.

Atendemos a una falta de criterio por parte de los directivos sobre lo que esta bien y lo que está mal. La vestimenta, o en definitivas las apariencias, no definen quienes somos ni como actuamos. Lo único que han logrado los directivos con esta actitud es estigmatizar el cuerpo de una niña. Un cuerpo que todavía está en desarrollo y, como a cualquier joven, le genera inseguridades y preocupaciones.

Otro caso donde se pone de manifiesto como la vestimenta estigmatiza y separa  a los chicos ocurrió  hace unas semanas en un colegio de la provincia de Buenos Aires donde se le pidió a las mujeres que llevasen faldas más largas para evitar situaciones de acoso. Ante esta situación donde el hincapié se hizo en la víctima y no en los victimarios los varones del colegio reclamaron vistiendo polleras. Las faldas, como cualquier tipo de uniforme se constituyen como una forma de ordenamiento, de control. Cabe preguntarse ¿para que sirve o para que queremos este tipo de control en establecimientos educativos? ¿Acaso no debería ser la formación la función principal de las escuelas?

La incorporación de perspectivas de género de manera transversal e integral es algo clave, no solo para la formación de los estudiantes sino que también para la formación docente. De esta forma podremos dejar de estigmatizar cuerpos y podremos comenzar a educar las mentes.

Esta situación, a su vez se inscribe en la falta de aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI). Aquí lo que ha fallado, como tantas veces, es la presencia del Estado. Desde el año 2006 que la Ciudad de Buenos Aires cuenta con legislación propia que regula como abordar la temática de la educación sexual en las aulas y sistemáticamente desde el gobierno se ha boicoteado su aplicación. Una perspectiva de género brindada a través de una herramienta educativa es un recurso invaluable para poder pensar la sexualidad, el desarrollo y las relaciones.

Necesitamos realizar un cambio cultural. Entender la escuela no como lugar de represión y ordenamiento, sino como un lugar para el desenvolvimiento individual y la apertura de la mente. En definitiva necesitamos que la escuela vuelva a ser un lugar de construcción de ciudadanía. Tenemos ante nosotros la oportunidad de crear, a través de la educación, personas más libres, más críticas y mejor formadas. Sin embargo, nos detenemos a observar algo tan relativo como la presencia de ciertas prendas, el largo de otras o la incumbencia que tienen con el género asignado. Educar desde la perspectiva de género es construir una identidad ciudadana – una ciudadanía argentina- más abierta, más inclusiva y mejor preparada para los avatares del futuro.

De esta forma podremos pensar una sociedad no solo con más derechos y menos injusticias, sino que también, con más igualdad.

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