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Reforma Universitaria, pandemia y derechos

La Reforma Universitaria hoy cumple 103 años ¿Qué más hay que decir? La Reforma fue un momento histórico para el movimiento universitario y para nuestro país. La Reforma fue la mecha de un barril de pólvora que recorría América Latina. Luego de la toma de la Universidad de Córdoba protestas similares aparecieron por toda la región poniendo de manifiesto la vanguardia de la Juventud Argentina y las enormes transformaciones que América Latina se debía.
La Reforma Universitaria nos enseña valiosas lecciones sobre nuestra sociedad. Primero, el potencial de los jóvenes que acceden a la universidad es enorme. Lo vimos claramente en 1918, de nuevo en el Cordobazo y también en los 90 contra el menemismo. Segundo, la Universidad como punto de encuentro de ideas y personas es crucial para una sociedad democrática y participativa. Tercero, el motor más poderoso que tiene nuestra sociedad es la motorización de derechos detrás de ideas, no de personas.
Estos tres puntos son claves para poder pensar las necesidades de nuestra democracia. Por supuesto no estamos diciendo que la democracia esté en peligro, pero si se vuelve importante cuidarla, sostenerla y nutrirla como el ente vivo que es. El contexto de la pandemia ha supuesto un desafío enorme para las universidades de nuestro país. La suspensión de clases y el traspaso a la virtualidad fueron medidas necesarias para prevenir la difusión del covid-19. Pero con estas medidas también surgieron grandes incógnitas sobre el estado de nuestra educación ¿Estábamos preparados para dar el salto a la virtualidad? ¿El abandono de la presencialidad impacto a todos del mismo modo? ¿La universidad cumple su rol social de punto de encuentro de ideas? Probablemente la respuesta a estas tres preguntas sea un rotundo no.
Sin embargo, esto no detuvo el enorme potencial universitario. Tan solo en la UBA vimos grandes esfuerzos para contribuir con el desarrollo científico técnico contra el coronavirus, vimos a sus estudiantes organizándose para asistir a las personas con mayor vulnerabilidad y vimos una institución puesta a disposición de las necesidades de la sociedad.
La conclusión es que la voluntad y el potencial transformador de las universidades permanece intacto. Lo que queda preguntarnos es como lidiamos con el desafío de la virtualidad en un país con más del 40% de su población por debajo de la línea de pobreza y como podemos garantizar el espacio de intercambio democrático que la universidad es en sí mismo.
Mi experiencia como presidente de la Federación Universitaria Argentina, el organismo que representa a la totalidad de los estudiantes del sistema público universitario, me mostró el valor del encuentro entre personas. Tener que recorrer el país por una reunión, para sanear una situación o para compartir una perspectiva no tenía desperdicio cuando al final del día lo que estaba en juego eran los derechos de los estudiantes. Lo mismo ocurre con la presencialidad en las aulas. Hay intercambios que merecen ser cara a cara y el retorno a aulas tiene que ser una prioridad, basada en evidencia científica y sostenida en el compromiso de todos con los cuidados y la salubridad.
¿La educación está en peligro? Probablemente no, pero se está enfrentando al desafío más grande que jamás tuvo que ver. La presión que estamos aplicando sobre el sistema educativo tiene que servir, no para quebrarlo, sino para fortalecerlo. Así ocurrió en 1918, así va a ocurrir en el 2021 y así seguirá siendo mientras existan estudiantes compromiso con el futuro de la Argentina.

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